Inicio (:

sábado, 22 de agosto de 2009

La lluvia ya no es dulce.


Esa tarde caminé bajo la lluvia mirando hacia el cielo, para sentir como caían esas gotas de agua, supuestamente dulces sobre mi rostro. No podía pensar en otra cosa que no fuera en ti, pero un llamado sin importancia me hizo aterrizar nuevamente a la realidad. Luego de un adiós observé el reloj e intenté apurar el paso, ya que la hora no me acompañaba con lo tranquilo de mi caminar. Esperé que pasaran un par de autos y crucé la calle con cuidado para no pisar los charcos que ahí habían.
Las personas pasaban a mi lado, y en lo único que yo podía pensar era en como correr a tus brazos, cuando pudiera verte relativamente cerca de mi. Por fin doble en la última esquina y halle gran cantidad de personas, de mochilas y uniformes, pero no pude encontrarte. De pronto, apareciste como arte de magia al otro lado de calle en la que me encontraba y mi corazón empezó a latir con más intensidad de la que ya tenía. Quise cruzar rápidamente pero el semáforo me impidió seguir con lo mio. La eterna luz roja me ponía cada vez más inquieta, pero en cuanto pude retomé mi paso e intenté relajarme. Entonces me encontré frente a ti y con un pequeño beso logré sentir tus labios, al mismo tiempo que mis brazos rodeaban tu cuello.
Creo que desde ese instante sentí algo extraño en ti, extraño como ya te había sentido desde hacía bastante tiempo, pero que siempre decidía ignorarlo.
Nunca supe que se nos había pasado la tarde hasta que te encontré sentado junto a mi en el paradero. Tu mirada era extraña, estabas distinto, estabas alejado de mi y yo no entendía por qué. Muchas veces pregunté que te sucedía y tu como si nada sonreías y ocultabas la inquietud.
Te besé, me besaste y sentí que ese beso fue diferente. Sentí como querías que todo se arreglara esa misma tarde, querías creer que lo nuestro ya estaba mejor. Pasaron tantas cosas por mi mente pero yo solo entendí que debía despedirme de ti, despedirme quizás del pasado, de todo lo que habíamos vivido y soñado juntos. Fue un triste "adiós", tan triste que ni si quiera te importó lo que sentía en ese momento.
En menos de un minuto mi corazón se lleno de tanta rabia y dolor que sólo pude salir corriendo para no volver a mirar sus ojos. Corrí cuadras y más cuadras para evitar derramar una sola lágrima, hasta que tropecé y caí al suelo llenándome de barro y sintiendo que el frió me congelaba hasta el alma. Ahí mis lágrimas se mezclaron con la lluvia.. dulce lluvia que dejó de ser tan dulcemente deliciosa como la había sentido antes de ir a buscarte..
Pero en el fondo de mi corazón la lluvia caía con más intensidad, porque quería volver corriendo a encontrar tranquilidad entre tus brazos..

No hay comentarios: